domingo, 5 de junio de 2011

SUAVE CUNA A MIS RECUERDOS DE NIÑA



En este tardío amanecer que asoma sus ojos al clarear la mañana, despierta en mí la conciencia de mujer. tomo aire fresco sin prisa, lo dejo que me envuelva en su cara, que me arremoline mi pelo, incluso que ciña mi blusa a mi cuerpo, que no disimule mi aparente gesto de fragilidad, mi tristeza, mi temor ante las noches que se guardarón en mi memoria de niña.



_ Eres tú, siempre tú_ grito sin voz, en un intento de que se ahogue en el silencio todo lo que me tatuó la vida a hierro candente, para que no sangre esa herida que ya nació con mí ser. que no seme desgarre la garganta por tanto callar el dolor que se averguenza del brillo del odio, en ese choque frontal de sentimientos encontrados.



Miro mis manos, las siento más ásperas, arrugadas en una piel tersa y suave que apenas cuenta la madurez de la vida y me pregunto.



_¿ Cuánto hace que los años se agolparón en mis espaldas sin haberlos vivido?_ Es quizá la patética contradicción, la que nunca me responde lo absurdo, porque tiene vestiduras incoherentes, que suman sus años en una esquizofrenia delirante, la que te regalaba tan crueles fantasmas.



_¿Donde duerme la niña, que al ver su primera puesta de sol, le robarón su muñeca ?_ No legislaron leyes protectoras, en la inocencia de mis díasm ni acueductos por donde cruzaran los arroyos de mi niñez para protegerla de ser robada, y es por eso que se conmocionaron mis lagrimas en el manantial seco de tu corazón etílico, tan incapaz de palpitar lejos de una botella de vino.



_¿A quién le pido la cuenta de semejante factura?_ Eres mi padre y suena a aberración, a dientes de fiera que nació sin nombre, por invadir un cuerpo de hombre enajenando su voluntad.



Solo quiero hallar la paz, hacer una suave cuna a mis sueños de niña, que descansen contigo en tu dormir eterno, porque no siento que te tenga que perdonar... ¿ Hay que perdonar, a quien no tuvo la facultad de ver su horror, reflejados en los ojos de sus hijos?_ He aprendido a entender tú mal, a llorarlo en la impotencia de saber, que tú fuiste, su primera víctima.



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